Plaza de la revolución

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martes, 15 de diciembre de 2015

Olga Portuondo: Maestra de Juventudes


Olga Portuondo: Maestra de JuventudesLa distinción Maestro de Juventudes de la Asociación Hermanos Saiz fue otorgada a la Doctora Olga Portuondo, historiadora de la ciudad de Santiago y Premio Nacional de Ciencias Sociales.

Por Dayron Chang Arrznz

Santiago de Cuba, 15 dic.— Algún descubrimiento inesperado nos sorprende siempre en casa de Olga Portuondo. Nuestra más reciente visita nos acercó a un estudio por publicar sobre la participación de Cuba en los procesos anexionistas perpetrados en República Dominicana. Es una vida consagrada a la investigación historiográfica que siempre consigue tiempo para compartir enseñanzas.

La juventud necesita de  ejemplos cercanos que les permitan saber que solo con el esfuerzo diario se conquista el respeto de su comunidad, así afirma la educadora que se desempeña entre otras funciones como Historiadora de la ciudad. “Cada joven debe estar consciente de que la vida no es fácil, hay trabajos azarosos, pero al final tendrán una recompensa entre sus condiscípulos, o personas que le rodean”

Para lograr tal meta, la acuciosa profesora de la Universidad de Oriente sostiene que la juventud, entre otras cosas, “necesita recibir una historia con mucha más pasión.” Al final la responsabilidad, reafirma de manera autocritica, es de

los profesores. “Somos nosotros quienes formamos a las nuevas generaciones y es por ello que debemos ganar en profundidad y conocimiento para transmitir los hechos con un matiz analítico”

Olga concibe la historia como una asignatura que implica el sentimiento de patria. Solo desde esa perspectiva puede transmitirse. “No podemos ir por el mundo sin una identidad y esa corresponde a todo lo que constituye nuestra cultura”

Igualmente siente que cuando se va por el mundo además de ser cubano “se es santiaguero, camagüeyano, habanero; eso es un sello que forma parte de la personalidad. En el plano intelectual dicha diversidad es significativa pues sustenta la riqueza de nuestra cultura. Ese sentido patriótico y de unidad comienza en las regiones y en las memorias de cada una de esas regiones”

Destellos de juventud

En esas conversaciones donde se hilvanan épocas distantes, supe por azar que la Premio Nacional de Ciencias Sociales conoció en su etapa de adolescente a Frank País. Para contármelo me guía fuera de su estudio ahogado en libros con la intención de mostrarme desde el portal de la casa, el sitio cercano que visitaba el líder clandestino y en el cual se reunía con algunos amigos para planear la Revolución.

Me bastó como periodista ese instante de evocación para extraerle esos destellos de juventud que a veces la investigadora prefiere no recordar. Considera “fue una época compleja y hasta traumática”.

Olga vivió los entusiasmos pero también los sobresaltos de aquel levantamiento armado de Santiago de Cuba el 30 de noviembre de 1956. “Salía de la escuela, era aún pequeña y no imaginaba qué podía representar todo lo sucedido. Solo sé que eran situaciones convulsas y estresantes. Vivo aún muy cerca del otrora Cuartel Moncada. Escuchar los tiros el 26 de julio de 1953 también cambiaron mi existencia”

Aquellos escenarios bien pudieran ser descritos por cualquier joven de mi generación, considera la historiadora. Pero de todo ello algo aún le sobrecoge el espíritu. El asesinato el 27 de junio de 1957 del líder clandestino Omar Giro. Olga tenía solo 11 años cuando vio desangrarse a aquel mártir.

La historiadora me saca de la casa como si no le bastara contarlo desde su portal. Se apoya en mi juventud para atravesar la calle. Pareciera superar la frustración o la impotencia adolescente de quien no pudo ejecutar nada ante la masacre cometida por el ejército batistiano.

Con todo grado de exactitud dibuja la escena: la persecución del chivato y los esbirros, los tiros, el grito benefactor de una mujer valiente desde su balcón, el lugar preciso de la caída, el alboroto posterior de la guardia. La Portuondo confiesa haber vivido algunos años con aquel trauma infantil ya descartado, pero su mirada fija al piso, revela una huella que le marca. “Hoy es una experiencia que evoco para motivar en los jóvenes el sentido de identidad hacia los suyos,” reafirma la escritora de incontables libros sobre la cultura popular cubana.

Una carcajada, casi intima, reservada para aquellos que hurgan en el lado más humano de la autora responde a la pregunta de este periodista interesado en imaginar otros matices de la juventud de Olga Portuondo. La respuesta sorprende, y transita desde la picardía hasta el compromiso. 

“De joven hice lo que todo joven le tocaba hacer en ese momento. Una de las que me siento orgullosa es haber comenzado a impartir docencia en la Universidad por una necesidad de la revolución. Aún no me había graduado”.

Comienza entonces la mujer sobria y reservada a imaginar sus días de trabajo voluntario, defensa, carnavales; sus años de estudios hasta las madrugadas y hasta los temas musicales que movieron su juventud.

Recorrer cada rincón de su casa es casi recorrer su vida. Conocer de sus viajes, amigos, presenciar entre cuadros, dedicatorias, fotos y diplomas sus recuerdos. Innumerables premios, o libros validan su hacer durante más de 50 años como profesora de la Universidad de Oriente.

La historiadora considera que para privilegio personal algunos estudiantes “se han llevado un pedacito de mi existencia y conocimiento. Eso me ha permitido conocer y formar a muchos jóvenes. Yo diría que la mayoría me han enseñado mucho más a mí,” expresa Olga con la modestia de quien recibe hoy el premio Maestro de Juventudes.

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